Match con la indecisión: crónica de una esperanzada romántica digital
- Roxana Zepeda
- 26 may
- 4 Min. de lectura
Tinder es para valientes:

Una de mis mejores amigas —sabia, osada y fan del café cargado— me soltó un día, entre sorbo y sorbo:
—“Amiga, tienes que probar Tinder. Hay hombres interesantes.”
Interesantes, dijo.
Yo, pionera en los chats de inicios del 2000 (¡hola LatinChat, ICQ, y esas reliquias del internet jurásico!), me sentí lista para la aventura. Pensé: “Esto debe ser lo mismo, pero más moderno y con mejores filtros. Hasta horóscopo debe tener.” Era 2018. Todavía creía que el destino me mandaba señales digitales.
Como hoy todo se puede saber rápidamente, busqué en San Google (nuestro nuevo oráculo) y ahí estaba él: Sean Rad, nacido el 22 de mayo de 1986, coterráneo ochentero. El tipo que no sabía que iba a cambiar la vida “amorosa” de millones… o al menos la puso patas pa’ arriba..Fundó Tinder en 2012, y para 2015 ya generaba más ingresos que la Pampilla de San Isidro en septiembre sin pandemia.
En 2017, se convirtió en la reina absoluta de las app de citas. Y en 2014 llegó a Chile como quien no quiere la cosa. En 2018, yo, con más fe que sentido común, caí en las redes pensando “ahora si que encuentro al amor de mi vida”, na de touch and go,
Spoiler: No.
Natalia Valdebenito del podcast "Sube la radio" tenía razón: Tinder fue creado para el “1, 2, 3 ¡vamos!” sin rodeos. Y yo ahí… queriendo una historia con soundtrack.
Yo quería algo serio, pero parece que en 2025 se ha “latinoamericanizado”, y hay quienes —en teoría— buscan algo más estable. Yo no he conocido a ninguno que quiera construir una relación conmigo… aún.
Armé mi perfil con mis mejores fotos. Esas donde parezco simpática, lectora y con esa luz mágica que se da cada 17 puestas de sol… y con filtro, porque una también es hija del algoritmo.
Me dije: “Vamos a ver qué hay en este mercado persa del amor.”
A los días hice match con un tipo de La Serena. Ciudad que conozco bien, viví y estudié allá. Pero pronto me di cuenta de que él solo quería verme cuando a él se le antojaba. Tipo eclipse. Típico modelo de usuario de Tinder, pensé. Y, sorpresa: así fueron casi todas mis citas.
¿Y yo?
Feliz con el plato de entrada, esperando el fondo… que nunca llegó.
Y no fue por falta de advertencias:
—“Tienes que esperar, no buscar.”
—“Es peligroso conocer gente por internet.”
—“¿Viste el estafador de Tinder en Netflix?”
—“todo tiene que ver con el ying y el yang”
¡Yo solo quería a alguien que respondiera los mensajes y no me dejara en visto, amiga!
Pasé por varias etapas, en bucle:
Match – emoción – conversación – decepción – bloqueo.
Una coreografía que repetí más veces que mi rutina de ejercicios (spoiler: no tengo, salvo la de conversar con mis amig@s del gym… a la entrada y salida).
"El casi algo, casi nada"
Hasta que un día, por error del destino (o del dedo), hice match con quien sería mi “casi algo, casi nada” por seis años. Sí, ¡seis! Con pandemia incluida, que ya es decir mucho.
Un vínculo lleno de silencios, reacciones de historias, llantos, memes existenciales… y una historia que solté después de mucho caldo de cabeza.
Conclusión:
Alerta roja: Hombre alérgico a cualquier situación que pareciese compromiso, detectado.
Síntomas: huye cuando escucha “compromiso”, “relación seria” o “conocer a tu perro”.
Aviso importante:
Si dice “no quiero nada serio por ahora”, lo más probable es que tampoco quiera nada en el futuro… ni contigo ni con nadie. No supe detectarlo al punto que gasté 6 años de juventud.
Cuidado:
Hay hombres con alergia severa al compromiso.
Se recomienda distancia emocional y uso de sarcasmo como repelente.
Otra joyita:
Una vez también hice match con un chico 10 años menor.
Sí, yo también sentí que estaba en una peli: “Romance tardío con giro millennial”.
La conversación fluyó, los emojis volaron, y llegó el encuentro.
Un touch and go tan mágico como fugaz.
Tan fugaz que aún me pregunto si fue real o un suspiro del universo.
Spoiler: me enganché del “go”.
Y pasé semanas justificando su ausencia:
— “Debe estar confundido por la diferencia de edad.”
— “Capaz se quedó sin señal en Huanta…”
— “Está viajando, seguro.”
Spoiler dos: no, rotundamente no
Simplemente no quería nada más.
Y eso quedó claro cuando solo me escribía frases genéricas y solo cuando yo hablaba primero.
¿Lo eliminé de mi agenda o de mi cabeza?
Sí, pero después de muuuucho rato.
¿Lo superé del todo?
Depende del día… y del algoritmo. Su carita me gustaba mucho, mucho, mucho, !si¡ me sigo fijando en el rostro de mi posible conquista, aunque ya no es tanto.
¿Conclusión?
Tinder no me trajo el amor, pero me dejó:
Material para el blog (¡gracias Sean Rad!),
Anécdotas para reír con mis amigas,
Y la certeza de que sí, soy intensa… pero también adorable y honesta.
Y eso, sinceramente, no abunda.
¿Sigo teniendo la app? Sí.
¿Confío en ella? Ni medio like.
La borro, la descargo, la borro otra vez, la vuelvo a instalar…
Soy la relación más estable que ha tenido Tinder.
A veces engancho, pero ya no me ilusiono.
En 2025, creo que solo quedan dos tipos de usuarios:
Los que buscan pareja estable…
y los que creen que “estable” es tener buena conexión a WiFi.
Eso sí, no todo ha sido tan malo:
Tuve un touch and go internacional con colágeno de verdad, (me reservo los detalles).
Y tú, ¿tienes alguna historia que valga la pena compartir?, me gustaría leerte.
Hagamos un círculo de conversación digital. Porque contar nuestras desventuras también es una forma de sanar…
y de reírnos con un buen café en mano.
¿Y tú qué buscas?
Yo ya pasé por las tres… y terminé en la categoría “Estoy emocionalmente confundida pero con buena ortografía”.
Opción 2:
Pareja estable, relación seria, estar libre hoy…
Tinder y sus opciones, como si una pudiera elegir como en un menú, ¡pero sin saber si el plato viene con postre o con ghosting!
Opción 3:
Dicen que uno elige lo que quiere.
Yo marco “relación seria” y el algoritmo me manda “toque y fuga con desfase emocional”. Algo está fallando en el sistema, Sean.
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